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La Naturopatía no puede practicarse sin una filosofía que la inspire y guíe. Esta filosofía nos permite ordenar todo el conocimiento, desde el más clásico al más actual.
La moderna genética nos permite comprender cuestiones que había observado el naturópata como que nuestra relación con el frío nos hace más resistentes al mismo y actúa como analgésico, debido a la activación de genes que codifican la producción de grasa parda. O, la realidad terapéutica del saludable ayuno gracias a genes que nos permiten pasar temporadas sin comer o comiendo menos para conquistar un mejor peso y una mayor reserva energética. Todo esto lo tenemos codificado en nuestras células.
Disponemos también de un archivo genético psíquico que se activa en situaciones de emergencia (conflicto de libertad, miedo, peligro de integridad…).
Hoy, sabemos que tanto la reflexión como el silencio son dos estrategias para conocernos mejor. En las consultas hemos observado que las personas adolecen de un lenguaje emocional rico en matices. Vivimos, podríamos decir, en una sequía emotiva endémica.
En el ámbito de mantener una armonía con la Naturaleza, en mayúsculas, sabemos que debemos tomar en consideración no solo a nuestros congéneres sino también el clima, el lugar y la estación del año, porque poseemos una dimensión cósmica o epigenética.
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